El buceo científico es una de las disciplinas del buceo menos practicadas (y conocidas). Sin embargo, para las personas que nos dedicamos a la conservación y estudio de los ecosistemas marinos, es una herramienta crucial.
El buceo científico puede definirse como el tipo de buceo que se emplea para obtener información del mar y sus habitantes con el objetivo de hacer investigaciones o estudios científicos, como su nombre indica. Este fin lo distingue de otros tipos de buceo como el recreativo o el buceo de rescate.
La verdad es que el trabajo de campo empieza mucho antes de echarse al mar. Las campañas de muestreo requieren de una logística y organización que debe planificarse con meses de antelación para garantizar que todo esté a punto para recopilar los datos necesarios.
En mi caso, trabajo principalmente en campañas de monitoreo de las praderas de Posidonia oceanica, es decir, nos encargamos de chequear anualmente cual es el estado de salud de los prados que están en zonas sensibles o que interesa estudiar por razones de conservación.
Bajo el mar una nunca trabaja sola
También hay que decir, que si bien en las películas o documentales aparecen estudiosos del mar como Costeau que tratan de asemejarnos a héroes o intrépidos aventureros de la protección de los océanos, la ciencia es más cuestión de equipo que de cualquier otra cosa. Bajo el mar una nunca trabaja sola. De hecho, los cuidados y los vínculos de confianza entre los compañeros del equipo técnico son muy importantes, pues pasamos mucho tiempo en el mar, en unas condiciones que no siempre son las idóneas y utilizando técnicas como el buceo científico. Es imprescindible saber comunicarse y confiar en la capacidad de tus compañeros para resolver problemas que pueden surgir tanto arriba como bajo del agua. De esta manera, las campañas científicas suelen estar formadas por un coordinador, técnicos buceadores, patrones de barco y en muchas ocasiones también alumnos de prácticas o voluntarios. Todos ellos con su rol imprescindible en el equipo.
Es por ello, que, huyendo de mitos, la conservación marina tiene mucho que ver con largas jornadas de preparación, con el ruido del compresor cada tarde, con cargar y descargar todo el equipo en lugares inhóspitos o playas llenas de turistas, navegar en un barco minúsculo cargado de equipos de buceo y ‘cacharros’ de muestreo y de hacer bocadillos para todos durante el desayuno.
Todas esas tareas son igual de imprescindibles que las inmersiones con cuadrante y tablilla aunque muchas veces sean invisibles en los informes y las charlas de divulgación.
Por otro lado, dentro del trabajo de planificación de las campañas marinas hay que aprender a interpretar el mar y el viento, es decir, estar atento a cómo va a afectar la previsión meteorológica a nuestras zonas de estudio, para así organizar el trabajo de manera que tengamos el mar en las mejores condiciones posibles. Siempre será preferible trabajar con viento calma y poca ola que con mar de fondo y lluvia o viento directo.
Un día de campaña bajo el mar
Pues bien, teniendo en cuenta toda esta dimensión que nos permite tener una imagen más realista de cómo se hace la ciencia, voy a tratar de explicaros cómo transcurre un día de campaña desde que nos levantamos de la cama hasta que nos acostamos.
Suena el despertador, seguramente sobre las 6 de la mañana, hay que aprovechar las primeras horas del día ya que es cuando mejor está el mar y hay menos gente en la playa. Mientras el equipo desayuna y se cambia, algunos preparamos los víveres para el almuerzo y la comida y otros se encargan de comprobar que está todo el material de buceo y de muestreo en la furgoneta. Para muestrear praderas de posidonia, utilizamos principalmente cuadrantes de una medida estándar y cintas métricas, a demás de tablillas con hojas impermeables en las que apuntamos todos los datos que vamos recogiendo. Una vez nos hemos asegurado que lo tenemos todo y nadie se ha olvidado un escarpín o sus gafas de buceo, nos desplazamos hasta la playa más cercana a la zona de muestreo.
Allí valoramos la zona de más fácil acceso al mar y descargamos todo el material: la lancha hinchable, los equipos de buceo y el material de muestreo. Mientras unos preparan el barco, otros se enfundan los incómodos neoprenos y preparan su equipo (recordad que hacer las comprobaciones de seguridad del jacket, regulador, etc es clave para que la inmersión vaya bien). Arrancamos el barco y nos vamos rumno a nuestra estación de seguimiento.
Llamamos así a las áreas en las que tomamos los datos, en algunas también tenemos instaladas parcelas fijas que nos permiten conocer la dinámica poblacional de la pradera, a demás de servirnos de punto de referencia. Una vez fondeados en el lugar adecuado, hacemos un briefing de organización de los equipos de buceadores y el trabajo a realizar.
Y ahora, por fin … ¡Al agua!
Y ahora, por fin con los jackets hinchados, las botellas de aire abiertas y las aletas, gafas, tubo, plomos, guantes y ordenador puestos… ¡Al agua!
Los compañeros que hacen de barqueros nos ayudan a colocarnos bien el equipo y nos pasan el material de muestreo que engancharemos en las argollas del jacket para evitar su pérdida. Nos sumergimos y cambiamos de mundo, rodeados por el único sonido de las burbujas que respiran nuestros compañeros, empezamos los transectos de muestreo y mientras unos tiran las cintas métricas con ayuda de la brújula, el resto empieza a recoger los datos que le corresponde (densidad, cobertura, macroinvertebrados…). Durante la toma de datos, siempre ocurren visitas inesperadas de algún pulpo, alguna sepia o los bancos de salpas y castañuelas que suelen acompañarnos en la mayoría de las inmersiones.
No todo el mundo tiene compañeros así en la oficina.
Terminada la inmersión, emergimos respetando las velocidades y paradas de seguridad correspondientes y nos reencontramos con el resto del equipo en el barco. Con un poco de suerte, habremos conseguido hacer los transectos planificados para la jornada.
Una vez hechas las inmersiones necesarias, regresamos a tierra firme y recogemos todo el material. Volvemos al centro de operaciones y allí los buceadores endulzan su equipo y a sí mismos para coger calor. El resto de compañeros pasan los datos al ordenador y se encargan de cargar las botellas de aire con el compresor. Otros, preparan la cena y cuando está lista, entre bromas y caras de cansancio, planificamos las inmersiones del día siguiente para continuar estudiando los prados de plantas marinas e imaginamos qué criaturas vendrán a visitarnos mientras contamos laboriosamente haces de hojas bajo el mar.
Balma Albalat Oliver es científica marina
y trabaja para diversas ONGs conservacionistas
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